Durante el transcurso de un día hay emociones que van y vienen, dan intención a las palabras que utilizo, el tono, el timbre, entre otras cosas. Me impulsan unas veces, otras me frenan.
No hay frase que no vaya acompañada de una emoción, sin embargo, ¿hasta dónde soy consciente de ello? ¿Desde dónde hablo? Esta es una pregunta que en determinadas ocasiones puede ayudarnos a saber qué se está moviendo por debajo de la superficie.
¿Cómo voy a comocerme a mí mismx, si no soy capaz de saber qué estoy sintiendo?
¿Cómo puedo saber lo que estoy sintiendo si no me paro a explorar desde dónde estoy hablando? ¿Lo hago desde la ira? ¿Desde la envidia? ¿Desde la tranquilidad? ¿Desde un amor genuino?
Si aprendo a ser consciente de mis emociones , aprendo el primer paso para gestionarlas.
Cuando recordamos algo que nos ha sucedido en el pasado, nuestra memoria rellena los huecos de aquello que no recordamos con interpretaciones, juicios y experiencias previas o recientes.
De ahi que es importante recordar desde los hechos evitando interpretaciónes, y así saber cuando distorsiono, omito
o generalizo en mis recuerdos. Saber qué es realidad y qué es cosecha propia me pondrá en guardia
ante las
Una herramienta que puede ayudarnos a separar lo que ha ocurrido realmente de lo que añado al recuerdo es la escalera de inferencia.
¿Qué pasa a lo largo de esta escalera? Primer escalón: Observo la información como si fuera una cámara de vídeo. Segundo escalón: Selecciono información a partir de lo que observo. Me quedo con ciertas cosas y descarto otras. Tercer escalón: Añado un significado personal y cultural a lo que he seleccionado: qué es, por qué sucede, para qué sucede. Cuarto escalón: Saco mis conclusiones en función de los significados que acabo de añadir. Quinto escalón: Las conclusiones que he sacado se transforman en creencia o bien pueden venir a reforzar una que ya tenía previamente. Sexto escalón: Mi comportamiento y mis actos son en base a la creencia del sexto escalón
Este proceso pasa inconscientemente en todxs nosotrxs. Aquí la cuestión es ser consciente de esto y practicar para darnos cuenta, de manera que seamos conscientes de qué está pasando o ha pasado.
También es importante realizar esto en el contexto adecuado. Lo enfatizo mucho, el contexto y lo que sucede, importa y marca la diferencia.
Los ciegos y el elefante es una parábola de origen hindú que ha sido utilizada en diversos contextos. El motivo por el cual la menciono aquí es porque me parece un buen ejemplo de cuando nos comunicamos y pretendemos proyectar nuestra experiencia y darla como "la verdadera".
La clásica narración viene a explicar que varios monjes ciegos deciden inspeccionan al elefante por partes, y cada uno de ellos se centra en una parte específica. Como cabe esperar, cada monje llega a una conclusión diferente dependiendo de qué parte del animal ha examinado, y cuando lo describe, lo hace en función de la parte del animal que ha examinado.
Como todo, la historia es solo una historia, y depende del significado que cada unx quiera tomar, la llevará a un terreno u a otro. En mi caso, trato de tenerla presente cuando hablo, ser consciente que al comunicar, lo hago en función de mi experiencia, y mi experiencia es limitada. Por lo tanto, como yo vivo y siento las cosas, no tiene porque ser como las vive y siente la persona a la que me dirijo, ni tener las mismas creencias o valores que hay detrás lo que hablo.